por EVER CASELLA / MARIBEL CONDE / ANAHÍ LOVATO
El mítico Pepe Ribas, creador de la célebre revista española Ajoblanco, pasó por Rosario para charlar unas horas acerca de cómo él y sus amigotes agitadores consiguieron en los ‘70 esquivar la censura y las persecuciones franquistas y hacer pasar toda la movida cultural de su país por la salita de redacción de una revista, y para dejarnos a quienes lo escuchamos la hormigueante sensación de que podemos salir corriendo a cambiar-el-mundo (o algo más ambicioso) con sólo poner a rodar un proyecto de periodismo cultural. Así sucedió todo…
Receta para una revista (contra) cultural agitadora
Parece que en la vida de Pepe y sus amigotes agitadores –entre los que se cuenta Toni Puig- ocurrieron un par de eventos que, encadenados, acabaron por condensarse –no se sabe bien de qué manera- en el proyecto Ajoblanco. El primer acontecimiento fue una muestra de poesías que el grupo organizó en la Facultad de Derecho en Barcelona, donde ellos eran estudiantes. Apenas abrieron la convocatoria recibieron más de 200 poemas escritos por alumnos de la institución. Primer descubrimiento: ¡Caramba! ¡Tantos poetas entre abogados! ¡Algo está pasando!
Segundo acontecimiento: un viaje mítico, claro. Por aquellos años parece que la juventud europea, desde Londres al sur, emprendía largas caravanas por las rutas que iban a la India. Así que Pepe y sus amigotes agitadores consiguieron un auto destartalado, salieron al camino y por esa misma ruta llegaron a Grecia. Ahí se detuvieron, en la cuna de la democracia, la civilización y la cultura de occidente, que no es Atenas sino las habitaciones de los Hostels griegos. Por esas covachas en las que suelen gestarse las revoluciones pasaban cientos de músicos, artistas plásticos, poetas, actores, cineastas que seguían camino hacia la Meca. Segundo descubrimiento: muchos amigos nuevos, jóvenes y artistas. Cada uno con ganas de mostrar y compartir lo suyo. ¡Por aquí pasa lo nuevo! ¡Es necesario tejer redes, crear espacios, concentrar toda esta energía!
Tercer acontecimiento: una comida típica que fue la excusa para reunirse y para el grito de eureka. ¿Qué comieron? ¡Ajoblanco! (huevo duro, ajo, miga de pan y almendras humedecido con leche, aceite de girasol y vinagre) ¡Es popular! ¡Que la revista se llame Ajoblanco!
Ya está lista la fórmula: poetas + viaje + hippismo + hostels + agitación + mayo francés + censura + rock + pop + amigotes + comida = Ajoblanco. Periodismo contra-cultural por no-periodistas.
Entonces Ajoblanco comenzó a agitar. Y a conectar gente. Y el grupo de amigos se ensanchó. Y también la tirada de la revista. Y Ajoblanco comenzó a vender y vender. Y llegaron al medio millón de ejemplares. Y en torno a la revista se comenzaron a gestar movimientos culturales de expresión y de debate. Un día conocieron a un tal Pedro Almodóvar, un chaval con un par de cortometrajes filmados, y le mandaron un boleto de tren para que se viniera a Barcelona. Y Pepe Ribas se sentó en un bar a charlar con el Gabo y Vargas Llosa sobre el periodismo y la literatura. Y los argentinos exiliados de la triple A se pusieron a pensar y a escribir sobre psicoanálisis y entonces llegó Guattarí a ver que coños estaba pasando en esa revista. Y Ajoblanco gritó y explotó y revolucionó.
Dos Ajoblancos, Una Revista. La experiencia Latinoamericana. La juventud.
Los Ajoblancos son dos, una primer edición de los setenta y luego otra en los noventa. “La primer Ajoblanco me gustó mucho”, afirma Pepe con nostalgia, pero los números que pudo traer para mostrarnos en formato digital no le satisfacen tanto. Es que resulta difícil coordinar cantidad de ventas con calidad, a veces la cosa se desvirtúa. Pero Pepe se reconoce satisfecho. Estoico, afirma que siempre hizo lo que quiso, lo que se le antojó; y eso, precisamente, era agitar.
Sucede que la forma de hacer periodismo la fueron inventando constantemente; innovando en un oficio por fuera de los academicismos; y lo hicieron horizontalmente. Pepe defiende el consenso, en Ajoblanco todos tienen voz y voto y las jerarquías no existen. Claro, lineamientos hay, claro. ¿Dónde ir a parar si no? Pero lo que rescata el conferencista extranjero es la organización que permite crear nuevas formas desde todos los sectores. “¿Cómo se hace cuando no se llega al consenso?”, fue la duda que todos queríamos saciar. “Pues la revista tiene que salir, allí es cuando tu tienes que tomar medidas unilaterales pero con respeto, en pos de la edición”.
Pepe nos dice que el periodismo es una profesión en extinción. Desdeña las visiones apocalípticas y no cree que la ideología haya triunfado. Nos enseña, nos pide, nos suplica que reflotemos al agonizante cronista que llevamos dentro. El periodismo ha muerto a manos del comercio, ya no es un lineamiento ideológico el que censura, sino la pauta comercial, la tragedia del consumo que todo lo devora. Las noticias que merecen ser publicadas ceden su lugar a aquellas que más venden. Pepe lo comenta sin aires de descubridor, lo afirma con tristeza. Sin embargo, algo brilla en sus ojos. Entonces retoma fuerzas y nos habla de las experiencias latinoamericanas que han inventado nuevas formas de periodismo. Plátano Verde, El Replicante y una larga lista de pequeñas moléculas que comienzan a hormiguear, a despertarse. Los estudiantes cordobeses, que asistieron a la misma clínica que ahora nos tocó a nosotros, los mendocinos, los de Santiago de Chile. Los cronistas son cada vez más, no todo está perdido, el futuro reside en la imaginación.
La esperanza de Pepe radica en nosotros. Pareciera decirnos: “Aquí tienen muchachos, les paso la posta, ahora les toca a ustedes”. Sus recomendaciones son claras: hay que inventar, crear, innovar. “Haz, haz, haz”, repite enérgicamente, y uno no sabe qué hacer para que no se le contagien las ganas.
Los nuevos medios digitales y la lectura “a la carta”
La cuestión del periodismo cultural en la web, fue un tema al cual Ribas le otorgó mucho de su tiempo y palabras en las clínicas dictadas en nuestra facultad. Fue también lo que llamó más nuestra la atención, alertándonos sobre las nuevas formas en que los lectores, valga la redundancia, leemos.
Para colmo, cuando empezamos a preguntarnos cómo conseguir una Ajoblanco, Pepe nos dice que a fines de este año, la revista se reeditará ya no más en papel, sino con formato digital, algo que quizá no se hubiesen imaginado sus creadores allá por los años setenta.
Tal vez aquellos visionarios de la cultura que crearon Ajoblanco, hoy coincidan con nosotros en que la web puede llegar a ser también un espacio para la revolución, para el cambio, para la cultura. Consideramos importante que personajes tan relevantes del periodismo cultural como José Ribas, estén pensando en estas cosas. Porque así como vieron algo mas allá en el pasado, pueden verlo hoy hacia el futuro.
Una idea muy afortunada que nos acercó Ribas, fue la de la lectura “a la carta” en los medios digitales. Es como si cada uno pidiera lo que más le gusta y no lo que ofrecen como menú del día. Como si al “usar” estos medios, nos fuéramos sirviendo un poquito de cada cosa, o de lo mismo pero en más cantidad. Y encima nos vamos encontrando con otras propuestas asociadas que también podemos degustar.
Es la idea de que el lector edita su propio texto. Pero más interesante para el trabajo periodístico: es la idea de producir para que el lector edite su propio texto y lea de distintas maneras, a través de herramientas propias del nuevo lenguaje digital. Hoy en día, los medios tradicionales deben ofrecer nuevos menús alternativos a sus lectores, varios caminos, para no desaparecer.
El trabajo en equipo y las decisiones horizontales en conjunto son, para trabajar con estos medios, algo fundamental, porque siguen su misma lógica. Lógica de red, de multiplicidad. Por ello Ribas no dejó de dar ejemplos de proyectos periodísticos culturales de toda Latinoamérica, que emergen cotidianamente en la web y crecen relacionándose con colegas de todo el mundo. Medios en los que un director vertical y dogmático de nada serviría si lo que se buscan son decisiones acertadas.
Ribas nos hace ver que la apuesta al periodismo cultural comprometido con la sociedad, la belleza y la literatura no está en el pasado, sino más bien en el futuro. Y que en el periodismo hay que apostar, inventar, abrir el debate, marcar pautas; y no repetir ni reflejar lo que ya todos saben.